domingo, 31 de mayo de 2009

LA PERCEPCIÓN COMO CONSECUENCIA DIRECTA DE LA EXPERIENCIA VITAL…

LA MUJER.
La percepción que tenemos de nuestro entorno depende de nuestro cuerpo, en la medida que este cuerpo es diferente, lo que percibimos es diferente en la medida en que nuestras experiencias vitales como mujeres sean diferentes, en que nuestro modo de vivir sea diferente, también lo será la percepción de nuestro entorno. Cada ser humano tiene una trayectoria vital irrepetible, pero dentro de esta variedad hay unas constantes, unas pautas, un caudal de experiencias comunes que se funden en la vida, en el trabajo, y en el ocio de cada persona. La vida de las mujeres suele comprender una multiplicidad de funciones que tienen como resultado unas actividades caracterizadas por su fragmentación y su dispersión; las mujeres somos como los ordenadores actuales: multitarea-multipuesto.
El trabajo profesional de las mujeres se ve a menudo interrumpido por otros requerimientos propios de la organización de su núcleo familiar, sea cual sea el número de personas que lo componga; esta bien conocido que esta disponibilidad o dispersión de energía de las mujeres influye en su trabajo, restándole competitividad, ahora también podemos afirmar que esta situación enriquece su percepción de la realidad.
Por ejemplo, y ya en relación con la ciudad y el espacio público:
Sabemos por el análisis estadístico de las encuestas realizadas sobre este tema que los recorridos de las mujeres dentro de la ciudad son más cortos, más variados y más numerosos que los recorridos de los hombres; también su modo de transporte es más variado: hay una mayor utilización de transportes públicos, hay recorridos a pie, con niños o ancianos, con la carga de la compra etc. Esta diversidad hace que la mujer tenga un conocimiento mas completo de su ciudad, con mayor diversidad de puntos de vista que el hombre.
LA PERCEPCIÓN DEL ESPACIO PÚBLICO COMO DE UN BIEN PROPIO.
Cuando a la percepción puramente sensorial, añadimos las sensaciones derivada del afecto, o modificadas por este, se complica nuestro análisis. En efecto, puede ocurrir que no solo me paseo por este parque o esta avenida, sino que me es grato, que voy a establecer una relación afectiva con este lugar, y en cierta medida me voy a apropiar de él. La relación afectiva con un lugar puede llegar a ser muy fuerte; se desarrolla tanto como un sentimiento de pertenencia a un lugar, como de apropiación de este lugar.
El considerar la ciudad como un lugar propio tiene unas consecuencias que analizaré en el apartado que se refiere a la gestión del espacio público. En el caso de las mujeres, el hecho de llegar a considerar la ciudad como suya, no es tan evidente como en el caso de los hombres, históricamente han sido un sujeto mudo y a menudo excluido de los lugares públicos.
Los espacios públicos reflejan la organización social del colectivo humano que los ha creado; históricamente los espacios públicos relevantes han sido entre otros: los espacios destinados a procesiones y a celebraciones religiosas, en las sociedades teocráticas, los espacios de reunión y de debate; el ágora griego y el foro romano, en las primeras repúblicas; las grandes avenidas focalizadas hacia el palacio real, en las monarquías ilustradas.
De todos estos espacios la mujer está ausente, salvo como componente mudo de una procesión, o elemento decorativo de lugares como el "Salón del Prado".
Los escasos espacios públicos reservados a las mujeres en la ciudad antigua son las fuentes públicas y los lavaderos que funcionan como lugares de reunión y son claramente excluyentes de toda presencia masculina. En cambio, la presencia de las mujeres en los mercados de bienes básicos es constante a través de la historia y de las culturas, por lo que podemos considerar estos espacios como auténticamente plurales.
Debido a la incorporación de la mujer a la actividad económica y a la vida política, ha tenido lugar un profundo cambio en lo que se refiere a la presencia de la mujer en el espacio público. En nuestra sociedad las mujeres percibimos el espacio urbano como nuestro, salvo en casos excepcionales debidos en general a la falta de seguridad.
Ya no hay situaciones que podían darse no hace tanto y de las que la visión mas fuerte que recuerdo es una secuencia de la película de Antonioni, La Aventura, donde Mónica Vitti está sola en una plaza de un pueblecito del Sur de Italia y actúa de imán para una masa de hombres que van congregándose a su alrededor...

Por: Fernely Almanza Valencia

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