viernes, 27 de marzo de 2009

DESARROLLO VISUAL SENSIBLE DEL PAISAJE URBANO. HACIA UN ENTORNO EDUCADOR

Articulo enviado por: Liumara Marquez


Adriana Gómez Alzate
Profesora de la Universidad de Caldas
Departamento de Diseño Visual
Doctoranda en Urbanismo. Universidad Politécnica de Cataluña
Manizales, 2003-02-15 (Rev. 2003-08-10)

RESUMEN

Las rápidas transformaciones sufridas en el ambiente urbano contemporáneo son, en muchas ocasiones, motivo de desequilibrio entre el ser humano y su entorno, con la consecuente pérdida de identidad, de asimilación y de entendimiento por parte de la comunidad hacia estos cambios. Los valores culturales y paisajísticos de un entorno son poco tenidos en cuenta a la hora de decidir sobre el desarrollo de una región o de una ciudad, priman sobre todo las decisiones económicas que favorecen los intereses particulares, con mayor peso que los intereses colectivos. Lo que aquí se muestra es un acercamiento teórico a la forma en cómo se entiende lo urbano desde su multidimensionalidad y cuáles son las connotaciones y propuestas para ejercer un desarrollo antagónico al planteado en la historia latinoamericana.

PALABRAS CLAVE

Paisaje urbano, educación, desarrollo visual, identidad, cualidad sensible.

En el ámbito de las ciudades latinoamericanas el hecho de sus rápidas transformaciones y todo lo que conlleva, unido a los problemas sociales diversos, ha traído consigo un desarraigo hacia el ambiente urbano y la pérdida de principios ciudadanos de respeto, cooperación y pertenencia, viéndose el ciudadano constantemente enfrentado a un entorno que desconoce y que le es indiferente. Es así como la educación ciudadana adquiere una importancia sustancial, orientada a incentivar la apropiación y valoración por parte de la colectividad de las transformaciones y cambios de su entorno.

El estudio del desarrollo visual sensible plantea la necesidad de definir el tipo de intervenciones y las formas de actuación en el paisaje urbano necesarias para propiciar un entorno educador vital en un contexto cultural específico.

El paisaje urbano define un lugar y también su imagen, es la manifestación formal de una realidad social, cultural e histórica. Es un hecho estético pero también simbólico, es la existencia de fenómenos materiales e inmateriales, cambiantes y diversos, asociados a un lugar y a una cultura.

La cualidad sensible del paisaje urbano es un tema de análisis fundamental entendida ésta como la manifestación física de los fenómenos urbanos frente a la interacción con el ser humano y la sociedad. La cualidad sensible se refiere también a la naturaleza misma del paisaje y su identidad particular dentro de un contexto social y cultural específico.

El desarrollo visual sensible es, por tanto, la necesaria evolución y la adecuada cualificación del espacio físico por parte de los individuos y la colectividad luego de superadas las necesidades básicas o paralelo a ello, de forma tal que el paisaje urbano que se modifica constantemente propenda por una mejor interrelación con el ser humano y pueda llegar a ser instrumento educativo, de sensibilización, disfrute, estímulo, comprensión y comunicación en un espacio-tiempo determinado.

El aspecto visual se considera el eje central de análisis por ser la manifestación sensible más estable y más fuerte en la definición de la imagen ambiental de un paisaje. Lo visual adquiere un valor preponderante frente a otros sentidos pero estos van siempre ligados a él en influencia mutua.

La comunicación y la información son factores de gran importancia para lograr un nuevo equilibrio entre el individuo y su entorno; su calidad y contenido tanto como su forma y función son nuevos retos a los que se debe enfrentar el arte urbano contemporáneo. Sensibilizar a la comunidad frente a las transformaciones de su entorno de manera vital y consecuente con su cultura se convierte hoy en un factor importante de transformación de la actitud del ciudadano frente a su entorno y, por tanto, en instrumento educador.

Para analizar la cualidad sensible del paisaje urbano y su grado de desarrollo no podemos hacerlo únicamente mediante métodos científicos, ya que esto nos conduciría a un equívoco en el entendimiento de la experiencia urbana. Podemos recurrir al conocimiento y las experiencias de las ciencias sociales, económicas, psicológicas y de comportamiento, para entender ciertos fenómenos urbanos y su relación con la sociedad que los sustenta, pero para comprender su globalidad debemos recurrir a otro tipo de métodos menos exactos y más humanísticos.

La valoración de un contexto urbano, su lectura, su análisis e interpretación, requiere de un conocimiento profundo de la relación ser humano-entorno, saber hasta qué punto las intervenciones en el espacio influyen en el desarrollo de una sociedad y también observar cómo una sociedad puede llegar a influir en el desarrollo del entorno físico.

El conocimiento a fondo de una cultura es un aspecto fundamental en el momento de analizar un entorno urbano cualquiera. Si no tenemos un acercamiento directo con las costumbres y el modo de vida de una población no podremos comprender las dimensiones de su mundo asociativo, imaginativo y simbólico y, por tanto, su cualificación sensible.

La lectura de la imagen ambiental urbana se define dentro de dos categorías fundamentales: la identidad y la cualidad sensible del paisaje, como base teórica y conceptual. El análisis e interpretación del tema del desarrollo visual sensible, deberá contemplarse como instrumento educador en los planes y proyectos de las ciudades mediante el planteamiento de alternativas para su ejecución.

En la propuesta de lectura de la imagen ambiental urbana se plantea como hipótesis que el desarrollo visual sensible del paisaje urbano es un importante instrumento de educación ciudadana. Este tipo de educación propicia la participación y comprensión de la evolución hacia un contexto vital y estimulante. Se pretende, mediante la reflexión y el análisis de experiencias propias en nuestro contexto urbano, encontrar las claves de ese tipo de desarrollo adecuado a las nuevas necesidades y transformaciones del paisaje urbano contemporáneo.

LECTURA DE LA IMAGEN AMBIENTAL URBANA

Al referirnos a la lectura de la imagen ambiental urbana nos acercamos no solamente a las formas de análisis e interpretación que de la ciudad puedan llegar a hacer los profesionales del ambiente, sino también, y principalmente, a la lectura que de esa imagen realizan los individuos y la colectividad en general.

Este aspecto es fundamental para la comprensión del desarrollo sensible del ambiente urbano referido al potencial educador que tiene la ciudad, el cual se ha perdido en la sociedad actual y nuevamente se proclama como fundamental para el futuro de las ciudades. Kevin Lynch (1981) afirma: “La vida de la gente se enriquece al aprender a observar y comprender su propio vecindario urbano, y comienza a dominar su propia situación de vida”. Y más adelante dice: “En lugar de ser comunidades de organismos irreflexivos que siguen una sucesión inevitable hasta que tropiezan con algún límite férreo, las ciudades son producto de seres que pueden aprender. La cultura estabiliza y desestabiliza el sistema del hábitat, y no está demasiado claro que queramos cambiar esta situación”.

La imagen ambiental urbana es la representación mental que tenemos de un espacio urbano y su interacción con la actividad humana que allí se ha desarrollado o se desarrolla en un momento dado. Es también la sensación holística de un contexto físico y social vivido y su posterior valoración. Es la representación mental espacio-temporal de la actividad humana.

Para C. Norberg-Schulz (1975): “La existencia del hombre depende del establecimiento de una imagen ambiental significativa y coherente [...] tal imagen presupone la presencia de ciertas estructuras ambientales concretas [...] Su velocidad general de cambio ha de ser tan lenta como lo permita su historia. Si la historia no guarda relación con un sistema estable de lugares queda vacía de sentido”.

Para Richard Sennett (1990) el concepto de imagen puede ser igual pero su función diferente: “El principio de la mutación surge precisamente porque las representaciones de un lugar han dejado de ser un principio expresivo [...] Hacer que las imágenes experimenten una mutación es una forma de proyectar la sombra de una duda sobre su propia representatividad. Al contrario, se busca una manera de conseguir que la imagen tenga una significación social”.

En la lectura de la imagen ambiental se da un proceso primero de identificación del entorno urbano y luego de cualificación. Entendiendo la imagen ambiental no sólo como una representación de los aspectos visuales, sino también especialmente vitales la identificación y la cualificación de esa imagen serán, así mismo, referidas a la vivencia y a la existencia como algo inherente al paisaje, sin lo cual éste carecería de sentido.

Mario Genari (1995) nos habla de la relación entre ciudad y educación y afirma que este concepto no sólo ha sido tratado por Le Corbusier y por Kevin Lynch, sino también en las ideas filosóficas de Platón y Aristóteles como también por muchos otros pensadores y afirma: “Igual que los hombres, también las polis han de formarse. E igual como sucede con la educación de los hombres, también la construcción de las ciudades debe llenarse de expresión y contenido, de tiempo y espacio, de pensamiento y acción, de geografía e historia, de realidad y proyecto”.

Es importante para una buena educación ciudadana enseñar a la gente a ver su ciudad y eliminar los estereotipos visuales que no permiten una adecuada lectura de su entorno. Si los individuos ven más, podrían cuidar más, amar más y quedar más comprometidos con el ambiente, no se atreverían a destruirlo porque se sentirían parte de él.

LA IDENTIDAD

La identidad de un ambiente urbano se refiere a las características formales, sustanciales y funcionales por medio de las cuales reconocemos y diferenciamos un contexto urbano determinado de otros semejantes a él. Cada entorno es único e irrepetible y el entendimiento de su identidad tiene una importancia sustancial en su conocimiento y en la comprensión de su pasado, presente y futuro.

Para realizar un acercamiento a la lectura del entorno por medio de su identidad se proponen tres categorías que engloban la anterior definición: la forma visual, el sentido de lugar y la actividad humana.

La forma visual se refiere a las características formales del ambiente urbano como son: la estructura del espacio, la expresión del lenguaje manifiesto en sus elementos constitutivos y la percepción espacio-temporal que del entorno tienen sus habitantes.

El sentido del lugar se refiere a las características sustanciales de un ambiente urbano manifiesto en su geografía y su clima, su historia, la huella del ser humano y del paso del tiempo, es también el presente y su significado.

La actividad humana se refiere a los aspectos funcionales y de uso que una colectividad lleva a cabo en su ambiente urbano y también a la mutua influencia que ejercen entre sí el espacio físico y la sociedad. Se refiere a la existencia misma del ser humano, sus costumbres y su cultura en relación con su ambiente urbano.

C. Norberg-Schulz (1975) denota la identidad como un aspecto necesario para que los seres puedan sentirse humanos en su entorno: “En primer lugar debemos pedir una estructura representable que ofrezca abundantes posibilidades para la identificación. El valor de las grandes obras de arte consiste en que permiten diferentes interpretaciones sin perder su identidad”.

Richard Sennett (1990) se refiere a la diversidad de identidades y a su oposición a los criterios de unificación: “Al igual que una prosa vivaz, la vida callejera necesita encontrar su propia estructura. Existe una serie de claridades que preferimos evitar por todos los medios: los paisajes callejeros ‘legibles' de Kevin Lynch, esos lugares que manifiestan más que nada identidades fijas, sean de raza, clase social o de uso”.

Estos dos criterios aparentemente opuestos nos muestran cómo las diferentes posiciones frente a la identidad deseable de un lugar no excluyen su importancia fundamental. Cada lugar tiene su identidad o es la suma de sus identidades, lo importante es aprender a leerlas e interpretarlas.

La forma visual:

En la identidad del ambiente urbano la forma visual es el contenedor del significado y de las acciones propias de un espacio determinado. El proceso visual es tanto activo como creativo pues éste depende, desde las primeras experiencias de la niñez, de los modelos culturales y sociales a los que nos vemos sometidos.

A pesar de pertenecer a sociedades pluralistas la sociedad necesita de una base común para comunicarse de manera general y comprensible, a esto se refiere C. Norberg-Schulz cuando se refiere así: “El hombre necesita que le ofrezcan ideas y formas organizadas que expresen sus situaciones vitales en un todo significativo [...] La capacidad de las formas es lo que define el rango de su significación”.

La estructura espacial del ambiente urbano está dada por su configuración urbanística de calles, plazas, parcelas y edificaciones, sus relaciones topológicas y sus características morfológicas.

La geometría fractal plantea una posibilidad de lectura de la estructura urbana donde ésta se puede asociar con un organismo vivo o también a la formación de cristales. La geometría fractal permite analizar elementos complejos y observar como cada una de sus partes se asemeja al todo. Al igual que sus comparaciones, la ciudad no puede funcionar como elementos independientes o aislados sino que cada parte depende de sus partes colindantes y éstas a su vez del todo.

El sistema de niveles del cual está compuesto el paisaje urbano abarca la región, como territorio o extensión donde las actividades humanas se interrelacionan entre si y con otras regiones, con características geográficas y culturales diferentes. El nivel intermedio estaría dado por las funciones al interior de la ciudad y las interacciones sociales donde la forma urbana se relaciona con la morfología a nivel macro y un último nivel determinado por las dimensiones del cuerpo humano y sus capacidades. Estos tres niveles y sus interrelaciones mutuas constituyen la estructura del espacio existencial del paisaje urbano.

La comprensión espacio-temporal de una ciudad incluye la comprensión de su estructura formal. Kevin Lynch nos dice hablando de los elementos del sentido de la forma: “... la estructura formal, que a escala de un lugar pequeño es el sentido de como se acoplan sus partes, y en un asentamiento grande es el sentido de orientación: el saber dónde (o cuándo) está uno, lo que implica saber como los otros lugares (o tiempos) se conectan a este lugar”.

La forma visual es también el lenguaje expresado en los componentes del espacio urbano, como son fachadas de edificaciones, tratamiento de plazas, calles y andenes, arborización, amoblamiento urbano y elementos de información y comunicación. Estos elementos conforman la imagen visual urbana y se convierten en actores y a la vez espectadores, son el reflejo y a la vez el espejo en donde puede visualizarse su imagen. Al analizar dichos elementos podemos observar cómo estos reflejan los valores de un tiempo y cómo también determinan la imagen ambiental urbana.

La percepción visual es la sensación más fuerte que podemos tener de un espacio urbano, pero no puede estar separada de los demás tipos de percepciones, es por eso que hablamos de una percepción holística lo cual involucra simultáneamente todo tipo de sensaciones que de un ambiente urbano podamos percibir.

C. Norberg-Schulz (1975) se refiere a la experiencia que tiene el ser humano de su ambiente al afirmar: “La percepción del espacio es un proceso complejo en el que están involucradas muchas variables. No percibimos simplemente un mundo común a todos nosotros, sino mundos diferentes que son producto de nuestras motivaciones y experiencias anteriores”. El autor reflexiona sobre este concepto para afirmar su teoría del espacio existencial, complementario al espacio percibido, argumentando que el espacio existe independientemente de la percepción que los individuos tienen de él, así argumenta: “El espacio existencial no puede ser comprendido por causa de las solas necesidades del hombre, sino únicamente como resultado de su interacción o influencia recíproca con un ambiente que lo rodea, que ha de comprender y aceptar [...] El espacio existencial, por consiguiente, simboliza el ser en el mundo”.

Los mecanismos perceptivos que se pueden intensificar constituyen factores importantes dentro de un propósito de cambio y diversidad, a esto hace referencia Kevin Lynch (1981): “Se pueden crear distritos que tengan una fuerte identidad visual o dotarlos de límites visibles; construir centros activos de algún carácter especial; crear hitos visibles y audibles en puntos y momentos estratégicos; explotar e intensificar las características naturales; o conservar y realzar el carácter urbano ya existente”.

Los espacios públicos nos ofrecen una oportunidad ideal para añadir nuevos estímulos sensoriales a los ya existentes. Las percepciones en un ambiente urbano son especialmente intensas y simbólicas, se debe educar a las personas para que aprendan a disfrutar del mundo exterior pues el ser humano necesita de los estímulos para desarrollar su intelecto y su sentido estético. El ambiente urbano debe, por tanto, encontrar nuevas formas de percepción en un equilibrio y una carga media de estímulos que no saturen al observador pero que tampoco lo hagan indiferentes ante éste.

La escala humana es otro aspecto importante de la percepción, los espacios excesivamente grandes al igual que los tiempos son difíciles de comprender y en ocasiones pueden crear inseguridad en los individuos. El espacio a escala humana y los ritmos de tiempo en los cambios son aspectos importantes de la relación espacio-temporal y de la adecuada percepción que se tenga de él para comprender y disfrutar de un entorno que se adapte mejor a las capacidades y limitaciones humanas. El control visual y las evidencias del paso del tiempo pueden hacer más asimilable el paisaje urbano.

El sentido de lugar:

El sentido de lugar es el contenido mismo del espacio y de las acciones que le dan su razón de ser. El espacio es geométrico, mientras que el lugar es geográfico y atmosférico, es también la historia y las huellas que la naturaleza y los seres humanos han plasmado mostrando su pasado, su presente y su significado actual.

La geografía es el lugar habitado en constante interrelación entre ambiente natural y ambiente construido, es la superficie y es el límite entre lo aéreo y lo terrestre. El espacio geográfico es más pensado que vivido.

Antiguamente el ser humano tenía una relación más estrecha con los fenómenos naturales y algunos accidentes geográficos o de topografía singular eran asociados con valores religiosos o culturales. Esto se ha presentado en civilizaciones antiguas, tanto en América como en Oriente y Occidente. Nuestra civilización occidental ha olvidado ciertos principios de tradición frente al emplazamiento de los lugares que poseían las antiguas civilizaciones. En oriente aún perduran costumbres muy arraigadas en la cultura que se relacionan con el espíritu del lugar y el respeto por la naturaleza, el “Feng-Shui” es un método de análisis y a la vez una norma para la intervención de un lugar, el cual es respetado en sus principios naturales básicos.

El clima, la luz y la atmósfera de un sitio son otros aspectos que se relacionan con la naturaleza y la geografía y que determinan el carácter particular de un lugar. Estos fenómenos naturales son fundamentales en el análisis de la cualidad sensible de la ciudad y en la adecuación de las intervenciones en torno a ellos.

La historia de un lugar se manifiesta en las huellas que el ser humano y la naturaleza han dejado en él, su lectura ayuda a comprender el pasado el presente y prever el futuro de un lugar.

El significado del lugar es la interpretación de los símbolos y las acciones humanas en un contexto determinado. La función del símbolo es la de expresar conceptos, los cuales se pueden captar mediante un proceso de abstracción. Un símbolo es comprensible cuando podemos concebir la idea que presenta.

Para Abraham Moles (1990) una forma de categorizar la gran cantidad de información visual que recibimos es agruparla en unidades cada vez mayores y estas unidades son los símbolos. El autor afirma incluso que no reaccionamos ante los estímulos del entorno sino ante la simbolización de esos estímulos.

Las intervenciones en el ambiente urbano de los últimos años han mostrado un fuerte abismo entre el universo asociativo y el universo perceptivo, según Amos Rapoport (1974) el universo perceptible, el tangible y que pertenece al mundo del diseñador puede controlarse, por el contrario el universo asociativo, es decir, el simbólico no. El universo perceptivo está enlazado al asociativo pero debemos conocer el primero para luego conocer el segundo. El universo perceptivo es una condición necesaria pero no suficiente del universo asociativo.

En épocas anteriores y en algunas culturas vernáculas actuales, los símbolos han sido elementos fijos y conocidos por todos, pero actualmente el universo asociativo es cambiante y, en algunos casos, compartido con otras culturas y otras formas de vida. Investigar en el campo de los símbolos debe ser una de las tareas fundamentales de los diseñadores del entorno para lograr estrechar los vínculos necesarios entre el universo asociativo y el perceptivo.

La actividad humana:

En la interacción del ser humano con su entorno reconocemos la vivencia propiamente dicha del espacio y el lugar como también la participación activa de una colectividad en la transformación de su entorno y la valoración que se le da al mismo.

Kevin Lynch (1981) nos habla sobre las transformaciones de los asentamientos humanos las cuales, asegura, no se deben a motivos impersonales, salvo en caso de desastres naturales: “… la modificación de los núcleos urbanos es un acto humano, por muy complejo que éste sea, llevado a efecto por motivos humanos, por muy obscuros e ineficientes que nos parezcan. El descubrir estos motivos nos proporcionará algunas de las primeras claves sobre la relación entre los valores y la forma urbana”.

La función y el uso del espacio le dan la dinámica particular a un lugar lo mismo que la forma visual. Las actividades que allí se generan ofrecen ritmos cambiantes y variables en diversos tiempos. La existencia individual y colectiva en el espacio urbano es la dimensión donde la presencia adquiere una importancia sustancial en la definición de un lugar. Las valoraciones estética y funcional de la forma están unidas y no pueden tratarse como dos fenómenos diferentes.

Igualmente la influencia mutua entre espacio físico y sociedad es difícil de separar. Analizar hasta qué punto se da su grado de ingerencia entre ambos es fundamental en la comprensión de los fenómenos urbanos y la repuesta que la comunidad tiene frente a ellos. Kevin Lynch (1981) nos habla de esto cuando afirma: “es evidente que los elementos físicos tienen importantes efectos en las personas, dada una serie de pautas sociales, y que un análisis de estos efectos físicos resulta importante para comprender el todo”.

Más adelante opina al referirse a las teorías que intentan explicar a la ciudad como fenómeno espacial: “pocas de estas teorías consideran que la ciudad es el resultado de la conducta intencional de individuos y grupos pequeños, y que los seres humanos tienen una capacidad de aprendizaje. La ciudad resulta ser la manifestación de una u otra ley de hierro, en lugar de ser producto de las cambiantes aspiraciones humanas”.

El ser humano transforma su espacio físico y éste se convierte en el reflejo de su cultura y su sociedad. Este espacio físico, cambiante a su vez, influencia el comportamiento de los individuos en el entorno. Si bien podríamos afirmar que los aspectos físicos no determinan una sociedad, sí es indudable la influencia que éste puede ejercer en un momento dado sobre el comportamiento y la actitud humana frente el cambio del entorno y cómo estos pueden ser la base o servir en algunas ocasiones como medio de inducción de los cambios sociales sin los cuales la forma carecería de sentido.

El uso de un espacio determinado puede incrementarse cambiando la conducta para que la gente se adecue al lugar, la gente se acostumbra y aprende a disfrutarlo. También al contrario, se puede modificar un espacio para lograr un cambio de actitud frente al mismo, pero para esto se requiere educar en su uso y aprecio, pues el sólo cambio físico no garantiza un cambio de actitud. La adecuación al cambio debe contemplar tanto los cambios físicos como los de comportamiento.

Richard Sennett (1990) se refiere a estas influencias mutuas cuando nos habla de la neutralidad de los espacios urbanos y del poder que esto tiene sobre la comunidad: “Esa neutralización compulsiva del entorno está enraizada en parte en una antigua infelicidad, en el miedo al placer que llevó a los seres humanos a tratar su entorno de forma tan neutralizadora como les fuese posible”. Para más adelante referirse a la influencia que esta neutralización tiene sobre los individuos: “La percepción de la vacuidad exterior refuerza más el valor de la introversión”. Sennett analiza cómo la práctica de la neutralización del espacio es una negación del valor del exterior y posibilita el manejo del poder: “la antigua infelicidad ha dejado sus residuos en ciertas prácticas de la negación visual, tales como la aceptación de que la negación sensorial sea normal en la vida cotidiana. Se puede luchar con el exterior en términos puramente instrumentales, manipulativos, ya que nada de lo que pueda haber en el exterior tiene la menor importancia. Modulada de esta forma, la neutralidad se convierte en un instrumento de poder”.

El entendimiento de la importancia de estos principios nos lleva a reflexionar sobre la necesidad de integrar los valores y la forma para lograr conducirlos adecuadamente con ideologías de carácter educativo que propendan por una comprensión y respeto por las actuaciones en el entorno que se orienten hacia el bien común.

El acceso a la participación colectiva en la modificación de su entorno es un aspecto fundamental para lograr una apropiación y un sentido de pertenencia que se ha perdido y que anteriormente regía el destino de las ciudades cuando éstas todavía eran más manejables. Kevin Lynch (1981) habla del tema: “El control de un lugar debe ser transferido a sus usuarios paso a paso a medida que adquieran la competencia necesaria para ejercer ese control. La formación de las personas para que administren un lugar es una tarea social útil, como también la remodelación del entorno a fin de crear nuevas oportunidades para el control”. La responsabilidad por parte de la ciudadanía en la evolución del entorno debe ser un principio de educación general.

LA CUALIDAD SENSIBLE

La cualidad sensible del ambiente urbano denota las propiedades esenciales, tanto objetivas como subjetivas de los aspectos vivenciales que se tienen del entorno y su grado de aceptación o rechazo por parte de un individuo o de una colectividad.

Según lo afirma C. Norberg-Schulz (1975): “Lo que necesitamos es la verdadera sencillez de la estructura básica del espacio existencial, más que la falsa sencillez propagada por el modernismo ortodoxo. Esta sencillez, sin embargo, cuando cristaliza en una situación concreta, conducirá en muchos casos a una complejidad circunstancialmente determinada”. El autor afirma, además, que la identidad está basada en las relaciones topológicas y no en una falsa aproximación hacia “un pintoresco juego de efectos perceptivos, o en una abstracta geometría combinatoria”.

En la lectura de la imagen ambiental urbana la cualidad sensible adquiere una enorme importancia puesto que condiciona en cierta forma la participación colectiva y su grado de interés tanto en el desarrollo de los procesos urbanos, como en las actividades que allí se generan.

Raymond Ledrut (1972) nos habla de los valores cambiantes en una ciudad: “Cuando los valores afectivos que ligan los hombres a la ciudad se derrumban o se esfuman, otros valores pasan a primer plano. El esteticismo y el funcionalismo se destacan entonces con fuerza. Se crea un modelo en el que domina el espacio, las formas, las funciones y la materialización abstracta de esas formas y de esas funciones”.

Para una adecuada educación ciudadana se requiere una mayor cualificación del ambiente que contemple la cultura y la ecología urbana como hechos fundamentales y que involucre el arte y la comunicación como medios necesarios para un desarrollo sensible del espacio urbano. Se trata de reflexionar sobre las posibilidades futuras del desarrollo sensible del paisaje urbano contemporáneo de cara a los nuevos cambios tecnológicos y a las nuevas relaciones espacio-temporales.

Se puede aumentar la sensibilidad hacia el ambiente urbano mejorando la capacidad humana de percibir el entorno, de esta forma los usuarios aprenderán más acerca del mismo para disfrutarlo y captar su significado, esto se puede lograr a través de la “educación ciudadana” mediante manipulaciones simbólicas y artísticas que utilizan códigos, signos, registros y formas diferentes de representación que permitan a las personas tener otras formas diferentes de ver y, por tanto, de entender y sentir la ciudad.

La cualidad sensible del ambiente urbano ha sido poco tenida en cuenta en los planes y normas que rigen el crecimiento de las ciudades, las estrategias urbanísticas más empleadas han otorgado un valor menor a la calidad de la experiencia simbólica y sensorial del entorno y al grado de control por parte de los usuarios. La mayoría de los planes han relegado estos aspectos por considerarlos poco importantes o porque su conexión con la forma urbana a gran escala parece dudosa o poco práctica.

Los planes de los últimos años se centralizan en la separación de actividades y de clases, perdiéndose así una vitalidad fundamental de las ciudades como lo es la convivencia de la diferencia. A esto se refiere Richard Sennett (1990) cuando dice: “Lo que caracteriza nuestra manera de construir las ciudades es el amurallamiento de las diferencias que existen entre las personas, dando por sentado que dichas diferencias tienen más probabilidades de resultar mutuamente amenazadoras que mutuamente estimulantes”.

Senté, haciendo referencia al consecuente desapego e indiferencia de las personas hacia su entorno, dice: “Si la experiencia de la complejidad empieza a perder su valor en el medio ambiente, ello quiere decir que estamos ‘espiritualmente' amenazados”.

Cultura y globalización:

Los acelerados procesos tecnológicos de los últimos años han llevado a la humanidad a una era de la globalización donde la información y la comunicación rompen barreras de distancia, estados e idiomas. Internet se ha convertido en la nueva red semejante a las redes de ciudades pero donde el componente espacial no existe. La telepresencia ha hecho que incluso los espacios reales se puedan percibir de modos distintos.

Sin embargo, a pesar de la universalización de muchos aspectos de la vida del ser humano, la cultura local adquiere una nueva fortaleza y valoración, incluso se puede observar cómo una cultura, mientras más local sea, más universal se concibe y mayor interés adquiere, puesto que la autenticidad se convierte hoy en algo muy valioso para la sociedad.

C. Norberg-Schulz se refiere a la cultura como una orientación y una ordenación común de los individuos hacia su entorno, cuando dice: “El desarrollo de la cultura está basado en la información y la educación, y, por tanto, depende de la experiencia de unos sistema-símbolo comunes [...] La cultura integra la personalidad del individuo en un mundo ordenado sobre la base de un conjunto de interacciones significativas”.

Los cambios tecnológicos sufridos en los últimos años han condicionado un cambio fundamental de las relaciones interpersonales y la ciudad debe propiciar otras formas de encuentro ciudadano, cuanto más se aísla el individuo surgen nuevas necesidades de encuentro y es allí donde el espacio público adquiere un nuevo valor.

Los avances tecnológicos mientras más se especializan más se aíslan de su accesibilidad a las grandes masas y vemos cómo los países menos desarrollados difícilmente podrán entrar a beneficiarse de los avances en las comunicaciones y la información, sólo una pequeña franja de la población podrá disfrutar de sus posibilidades y cada vez más se ahondan las diferencias y los desfases en el desarrollo de las comunidades.

La ecología del ambiente urbano:

La ecología urbana hoy plantea un nuevo orden donde los principios del respeto por el entorno dan importancia fundamental al ser humano y su relación armónica con su contexto, se potencian las actividades y funciones propias de la ciudad de manera clara, legible y comprensible. Se elimina lo artificioso para dar paso a una expresión más auténtica de la complejidad urbana. Se habla de ecología visual y de ecología sonora como mecanismos para encontrar un nuevo equilibrio en las relaciones entre el ser humano y su ambiente natural y creado y de estos entre sí.

Kevin Lynch (1981) nos habla acerca de la ciudad como organismo vivo: “El afecto por la naturaleza y el deseo de estar cerca de cosas naturales y vivas son sentimientos muy generalizados en el mundo de la ciudad [...] Sin embargo, resulta menos sostenible que lo natural sea lo no humano, y que cuanto más se aleje uno de la gente y de la civilización, tanto más natural se vuelve [...] Pero la gente y las ciudades son fenómenos tan naturales como los árboles, los arroyos los nidos y las sendas de los ciervos. Es fundamental que lleguemos a considerarnos como parte integral de la totalidad de los seres vivos”.

La tecnología no debe ser enemiga de la naturaleza, el problema radica en el mal uso que en algunos casos se ha hecho de ella, una ecología de lo visual, como lo planteó en su momento el Grupo Pulsa (1972), propone que los sistemas y funciones propias de la ciudad deberían ser visibles para su mejor entendimiento y mantenimiento. El ocultamiento estético favorece lo pintoresco pero no da cuenta de la época en que vivimos.

Al hablar de ecología urbana nos referimos al equilibrio entre el ambiente construido por el ser humano, su naturaleza misma y la de otras especies. El bienestar del ser humano debería ser el principio de toda actuación en el ambiente urbano; sin embargo, el cambio de valores sufrido en nuestras sociedades ha hecho difícil la vida en las grandes ciudades, donde priman los intereses económicos y políticos de unas minorías que acceden al poder. La ciudad ha perdido su carácter primigenio de educación ciudadana para convertirse, en muchos casos, en un campo de batalla entre la misma sociedad.

La ecología urbana plantea un nuevo orden donde la justicia social, el acceso a los servicios básicos y la calidad del espacio, propicien una nueva relación del ser humano con su entorno, de respeto pero también de aprendizaje, un entorno estimulante que ofrezca una nueva vitalidad ciudadana.

A esto se refiere Kevin Lynch (1981) cuando afirma: “Quizás una ecología del aprendizaje evolutiva sea un concepto más adecuado para los asentamientos humanos, algunos de cuyos actores, al menos, son concientes y capaces de modificarse a si mismos, y, por tanto, también de cambiar las reglas del juego [...] Las imágenes, los valores y la creación y el flujo de información desempeñan un importante papel”.

En la ecología urbana también es importante, al igual que en la ambiental, determinar qué se debe conservar y cómo. Al igual que todos los entornos son parte de la naturaleza, todas las cosas son históricas, pero el criterio de prolongación en el tiempo está determinado por los valores que una sociedad tenga de su entorno. Se debe propiciar por un entorno que manifieste el cambio relacionando el pasado con el presente e incentivando futuras transformaciones, en un continum espacial y temporal.

Según Gyorgy Keppes (1972) para sobrevivir hace falta la defensa de lo ambiental. “Tanto la imaginación creadora como la sensibilidad artística, integran una función básica, autónoma y colectiva que ayudará a reconocer y a expulsar lo que es tóxico y a usar y a conservar lo que es realmente útil para nuestras vidas”.

Acerca del buen funcionamiento biológico de los individuos, Kevin Lynch (1981) nos habla de la consonancia necesaria para que un lugar sea vital: mantener la temperatura interna, servir de soporte a los ritmos naturales, proporcionar un input sensorial óptimo. El espacio físico debe estar adaptado a las destrezas y a las capacidades de los seres humanos, fomentando el uso activo del cuerpo, opina el autor, y añado al respecto ¿por qué no también fomentando y enriqueciendo sus capacidades mentales e imaginativas?

El arte y la comunicación:

“En el arte, la primera consecuencia de crear un objeto autosuficiente y unificado es que resulta en apariencia intocable. Esta permutación romántica de lo sublime se ha incorporado a la moderna creencia de que las obras arquitectónicas de una ciudad deben protegerse, de que su forma debe ser inviolable”. Esto afirma Richard Sennet (1990) cuando analiza cómo la reverencia por la obra de arte denota una retirada de los objetos del mundo propio de los seres humanos, tratándose como objetos que no han de tocarse ni utilizarse. “La religión del arte es una fe nefasta para quienes diseñan entornos y ambientes, puesto que la consecuencia directa de esta fe es una indiferencia mayor, si cabe, ante las necesidades cotidianas de las personas”.

Las artes hoy necesitan de la ciudad y cada vez más se salen de los museos o de los espacios cerrados para integrarse al ambiente urbano con mayor vitalidad. Igualmente la ciudad necesita del arte para renovarse y vivificarse constantemente. Esta relación entre arte y ciudad posibilita una nueva dialéctica y unos nuevos principios para que el arte adquiera un papel más fundamental en el desarrollo de la sociedad, comunicando ideología y también educando en valores ciudadanos. Para Gyorgy Keppes (1972) “Una sensibilidad artística y poética sumadas a una conciencia ética, nos ha ayudado mucho en el pasado”. Y expresa claramente cómo un nuevo arte puede surgir: “Las formas que se necesitan con más urgencia son de combinaciones de alivio de la polución, con la tecnología y con experiencias estéticas vitales”.

La información publicitaria carece de valor y muchas veces de estímulo aunque se lleguen cada vez más a buscar mensajes llamativos que, con el tiempo, pierden importancia y rápidamente se ven abocados a cambiar en una carrera sin sentido. “El lamentable caos visual, es el resultado exterior de grandes errores”, opina Dolf Schnebli.

La información banal a la que nos vemos enfrentados hoy en día con la hegemonía publicitaria, debe entrar finalmente en decadencia para dar paso a una nueva información. El consumo no debe ser el principio de nuestra sociedad y de allí el papel fundamental que adquiere la ciudad como portadora de información. ¿Cuál información debe prevalecer frente a las necesidades de formación en valores?

El ser humano frente a este bombardeo de imágenes en muchos casos se aísla y podríamos decir que ya no mira. El entorno ha perdido su interés, ya no hay cosas estimulantes y casi todo carece de valor. El aprovechamiento del espacio de la ciudad como vehículo de información debería dar prioridad a los principios éticos de educación y de convivencia ciudadana, restringiendo el uso de la ciudad para la publicidad comercial. Si bien todos tienen derecho de comunicarse, a lo que no deberían tener derecho es a la explotación del espacio comunitario para el beneficio privado.

El nuevo arte plantea opciones diferentes a las convencionales, el arte necesita de la ciudad y la ciudad reclama del arte mayor compromiso y participación. El arte se sale de los museos para ocupar los espacios cotidianos e involucrar a la colectividad dentro de una nueva sensibilidad.

El Grupo Pulsa (1972), al referirse a la interacción del arte y la sociedad, opina: “El arte de la comunidad consistiría más bien en ampliar el crecimiento de todos los aspectos de la sensibilidad, en la vida comunitaria [...] En tiempos primitivos, el mito y el símbolo en arte, funcionaban como estructuras culturales altamente integradas; en nuestra sociedad, la tecnología asume el mismo papel”.

Los largos viajes y desplazamientos a los que se ve sometido el ciudadano de hoy deberían convertirse en algo agradable y placentero. A la par del mejoramiento en eficiencia y tecnología, debería también pensarse en la calidad de las secuencias visuales como también en la comodidad y el aprovechamiento del tiempo del trayecto, como estímulos visuales y auditivos, y concebirlos como espacios importantes para la información. El transporte puede ser una opción educativa de gran importancia.

Los sustitutos de los desplazamientos como son los nuevos medios de comunicación que evitan en alguna medida los traslados innecesarios, evolucionan, se incrementan y se perfeccionan a un ritmo inimaginable, posibilitando un elevado índice en las comunicaciones. Sin embargo, su impacto en el espacio público no ha sido tan importante como si lo ha sido a nivel privado y doméstico.

La necesidad de exposición del ser humano lo ha conducido a una cada vez mayor relación con el exterior. Richard Sennett (1990) se refiere a ello: “Preocuparse por todo cuanto uno ve en este mundo es algo que conduce a la movilización de los propios poderes creativos [...] Nuestra cultura está necesitada de un arte de la exposición; este arte no nos haría a nosotros víctimas de los demás, sino adultos más equilibrados, capaces de estar a la par con la complejidad y de aprender y sacar provecho de ella”.

El acceso a la información amplia, transparente y democrática encuentra en la ciudad el espacio adecuado para su potenciación y esto se puede lograr con un buen plan de educación ciudadana que mantenga los lazos comunitarios comprometiéndolos con el cambio y en alguna medida logrando su participación activa en las decisiones. La información así entendida es un elemento fundamental en la educación ciudadana. Existe hoy una urgente necesidad de educar al público en todo lo concerniente a la vida ciudadana, se pueden así lograr cambios importantes, un público bien informado puede llegar a ser un instrumento importante para el cambio y el desarrollo armónico del entorno.