domingo, 26 de abril de 2009

Arquitectura: La ciudad del futuro, una utopía social [Naselli].

Arquitectura y Urbanismo forman una dupla indisoluble, se retroalimenta permanentemente y está vinculada invariablemente con las artes y tecnologías diversas. Si la Arquitectura es arte, el Urbanismo también lo es. Y ambos navegan juntos, enlazados con las vicisitudes de toda sociedad a la que sirven y por la que justifican su ser. Son hechos esencialmente sociales. El reconocido arquitecto C. Naselli expresó este vínculo así: -El Urbanismo contiene el proyecto arquitectónico, la Arquitectura configura el proyecto urbano-. Luego, pretender dividir o separar esta dupla carece de sentido.

Aún en medio de la actual crisis que inquieta y moviliza al mundo, me atrevo a plantear a los colegas arquitectos: ¿cómo será la ciudad futura? No es un tema menor y hasta quizá resulte emocionante pretender predecir la ciudad que vendrá. Pero ¿por qué interesa, o nos debiera interesar esta anticipación a un mundo urbano por venir? Los motivos pueden ser innumerables, tantos como arquitectos hay. Personalmente creo ciertamente que el futuro urbano comienza hoy, o mejor comenzó ayer. Por lo tanto, si logramos imaginar un futuro para nuestra ciudad, toda intervención actual contará con un camino claramente definido hacia ese fin, no podrá desorientarse o confundirse como sucede en la realidad. Luego, el concepto de predicción lo asocio íntimamente con el de una -imagen objetivo-, a ser alcanzada por medio de la planificación urbana.

La ciudad es el hecho cultural de mayor trascendencia en la historia de la humanidad. Por ello no debería perder jamás su significado de hecho social que contiene intrínsecamente, aún ante el bombardeo de intereses económicos y políticos que soporta y pretende trastocar su esencia misma. Pero continúa de pie, otorgando generosamente su carácter público social.

Debe ser una ciudad armónica, atractiva, esencialmente dadivosa y equitativa con todo el ser humano que la vive. Esto engrandece su misma esencia y la convierte en única. Ella no elude sus responsabilidades, sino la elude aquél que hace ciudad pensando en transformarla en su renta vitalicia personal.

Una ciudad que albergue a todos los estratos socio-económicos de sus habitantes por igual, donde la alarmante brecha económica no sea causal básico de segregación y violencia social entre sus habitantes, lo que atrasa el sentido mismo de ser ente social.

Una ciudad donde el protagonista principal sean los seres humanos y no las máquinas de transporte individual. Donde sea digno y seguro vivir cada uno de sus espacios verdes públicos porque existe en verdadero equilibrio entre naturaleza y artificialidad urbana. Una ciudad que tienda a otorgar igualdad de equipamientos y servicios a todos sus habitantes, sin discriminación alguna, especialmente por su condición social y económica.

La ciudad debe dejar de ser el objeto de mayor consumo energético creado por el hombre. Existen energías alternativas altamente viables, esperando que el decidor de sus futuros opte por ponerlas en vigencia. No más contaminación de todos nuestros sentidos. Una ciudad debe aprovechar al máximo sus propias cualidades ambientales, generar los satisfactores de sus propias demandas energéticas [por ejemplo, utilizando los creados por la transformación sus propios desechos], independizándose de redes nacionales y continentales de energías convencionales.

Una ciudad que surja del pensamiento propio y sostenido de la sociedad que la origina, que rechace todo avasallamiento e incursiones de intereses ajenos a los de sus propios habitantes. Una ciudad donde toda la ciudadanía participe activamente en las decisiones de su propio crecimiento y que luzca soberbia los logros conseguidos. Una actitud que nos obligue pensar continuamente en el otro, para lograr una construcción común de todos.

Una ciudad que cada día nos obligue a observarla con mayor atención y respeto, y nos haga palpitar cuando observemos que crece hacia un futuro válido para todos.

Pensar la ciudad del futuro, nos hace responsables directos de su materialización actual. Pretendo que la pregunta se instale orgullosamente en la mente de cada arquitecto contemporáneo, que la misma se derrame responsablemente en toda la ciudadanía y autoridades urbanas, y nos obligue a actuar en consecuencia.

En ese momento estaremos en condiciones de visualizar el futuro real de nuestra ciudad...!


Por: Julián Muñoz Gómez