jueves, 16 de abril de 2009

Promoción de la vida de la calle








enviado por: Esteban Garcés sierra

Desde el punto de vista del proyectista promover la vida de la calle significa concebir formas de organización, el espacio para alentar su ocupación. Pero este objetivo, en realidad forma parte de las políticas de promoción de la vida colectiva. La acción política no puede ser reemplazada por la labor del proyectista.
Toda decisión política tendiente a la inclusión de equipamientos y actividades en el espacio público puede considerarse beneficiosa a priori. La presencia en las veredas de vendedores, grupos artísticos ó mesas de café, en el marco de una reglamentaci6n ordenadora.. estimula la afluencia y la amenidad de la vida urbana. Hasta el espacio aéreo es un canal para la comunicación, como se muestra a través de los pasacalles, carteles transversales aéreos que ponen en el aire felicitaciones, avisos y declaraciones de amor.
Las ordenanzas municipales se han encargado, por lo general, de frenar esta vitalidad. Las normativas que emanan de un municipio demasiado preocupado por el desorden y por su saldo de caja se limitan a prohibir o cobrar, dificultando la vida del espacio colectivo.

Podemos identificar tres criterios de proyecto útiles para estimular las actividades de la calle:
Equipar el espacio público: Tiene la misma significación que hacerlo con los ámbitos interiores. La noción de mobiliario, que se refiere al conjunto de elementos
que permiten articular la dimensión humana con el espacio y la actividad, es decisiva para el anidamiento (permanencia en el sitio) de la actividad .
El mobiliario de la calle incluye módulos para puestos de venta callejera, asientos, refugios para pasajeros, bebederos, carteleras, papeleros, buzones, columnas de luz, etc.

Vitalizar el plano peatonal: su objetivo principal el enriquecer las actividades y la espacialidad de la vereda, generando expansiones, ya que los lugares que aportan
los edificios enriquecen la vida de la vereda. (una galería, un patio de frente, una recova)y promoviendo las relaciones de fluencia entre los edificios y las veredas, a
través de alentar la ubicación en planta baja de actividades relacionadas con la vida de la calle: comercios, bares, talleres, drugstores.

Intensificar la expresividad: Calificar visualmente el espacio público, densificando su imaginería mediante el color, la gráfica, la vegetación y el arte en todas sur formas.
Este criterio tiende a remarcar el área central y a definida como un escenario estimulante para la vida colectiva.




La Centralidad Barrial

Una centralidad clara es condición fundamental para organizar la vida del barrio_ Sus calles y plaza se caracterizan por la concentración de equipamientos de uso colectivo por la densificaci6n de las actividades y porque reljnen varios edificios significativos de la comunidad.
El centro es el área de mayor significaci6n de barrio.
El debilitamiento de su pulso equivale a la vida colectiva. Para evitarlo es necesario multiplicar las actividades orientando los programas hacia lograr un funcionamiento intenso, densificar la afluencia incrementando la densidad y caracterizar especialmente el área central.

Las actividades del centro barrial requieren una caracterizaci6n multifuncional: la pareja y su hijo salen a la calle, saludan,. miran vidrieras, compran un libro, se detienen ante un artista callejero, leen una cartelera. Se sientan en una mesa de café, el niño juega, aprende.
Múltiples actividades se han superpuesto en esta descripción: paseo, abastecimiento, recreación, trabajo, vida social, educación y cultura, El espacio social cambió varias veces de contenido.
Los barrios puramente residenciales son artificiosos.
Las funciones urbanas se superponen "naturalmente en el espacio". La disociación de funciones simplifica la tarea del diseñador urbano pero, corrompe la vida colectiva" (C. Alexander).


El enriquecimiento de los programas y el aumento de la densidad habitacional son recursos fundamentales para el éxito de la centralidad.
Desde el punto de vista de la animación es mucho más efectivo un agrupamiento residencial compacto y dentro que otro de baja densidad, porque asegura la concurrencia del mayor número de personas en horarios diversos.
Los criterios de densificación residencial que se utilizan habitualmente son exiguos. Sostenemos que densidades cercanas a los setecientos habitantes por hectárea aseguran un buen nivel de actividad colectiva sin crear confusión ni anomia en la red social. Inclusive desde el punto de vista económico, la densificación representa una disminución del costo por habitante de los equipamientos, las infraestructuras y la seguridad. A mayor población más y mejores servicios.

Los equipamientos

Las actividades de la plaza se sostienen sobre la comodidad. La carencia de mobiliario, se traduce en posturas incómodas, desconcentración y cansancio, conspirando contra la duración y la reiteración de la actividad.
Tres instancias se deben considerar en este tema: los muebles propiamente dichos, especialmente asientos, que deben abastecer actividades diferentes, como el
descanso, las reuniones grupales y los eventos de mucho público; las redes y artefactos de la infraestructura como servicios sanitarios, iluminación, puntos de fijación para construcciones efímeras y los objetos de servicio como bebederos, carteleras, papeleros.
La plaza barrial requiere un centro de servicios para apoyar sus actividades, que bien pudiera constituirse en el objeto principal de la plaza, como lo fue la artística fuente del mercado medieval. Un ejemplo nos permitirá precisar el concepto: en las plazas de muchas ciudades latinas existe un pequeño edificio en forma de templete. Habitualmente está constituido por un basamento de tres metros de alto, cuyo techo funciona como una plataforma que balconea la plaza protegida por una baranda perimetral, que a su vez está techada por una liviana cúpula metálica, soportada por finas columnas de hierro. El basamento contiene los servicios para la plaza: dep6sito de elementos, baños públicos y el mostrador de un pequeño bar, con sus mesas exteriores. El balcón funciona habitualmente como mirador y área de estar, pero en los horarios del atardecer y de las noches templadas, cuando confluye la población y también en ocasiones festivas, se convierte en escenario y es ocupado por músicos, actores u oradores que convocan desde allí la atención de la gente.

Resulta muy difícil imaginar una plaza sin envolvente material. Seria un dibujo en el piso, error en el que suelen incurrir los proyectistas cuando no espacializan lo que dibujan o cuando no asignan a la plaza su rol de espacio contenedor. La plaza marcada en el piso es una ficción.
Su destino, un potrero. Es necesario un perímetro construido que contenga la espacialidad . Las fachadas exte ra~er de los edificios frentistas invierten su significación, mutando a fachadas interiores de un espacio exterior.


Conceptualmente la envolvente es parte misma de la plaza, no solo por darle limite material, sino también como generadora de actividades de borde. La ocupación de las plantas bajas por equipamientos de uso colectivo (bares. espectáculos, comercio, etc.) constituye un dato esencial para su vitalidad.


En todos los casos es necesario codificar la envolvente, estableciendo criterios morfológicos para asegurar la coherencia del marco (alturas de fachada, toldos,
marquesinas, colores, árboles e iluminación).
La posible expansión del solado de la plaza hasta alguna o todas las fachadas perimetrales potencia el conjunto, porque en esta situación, las actividades de borde se funden con la vida de la plaza. Precisamente, desde nuestro objetivo de integración de la vida social, la más interesante de las tipologías es la plaza reclusa, un espacio cuyo solado se extiende hasta los edificios frentistas, generalmente con recovas y sin tránsito vehicular en el perímetro. En nuestro te]ido amanzanado esta plaza puede constituirse de tres maneras diferentes: mediante la peatonalización de las calles perimetrales de una plaza existente, con la habilitación como plaza pública de un centro de manzana y por la apertura al uso público del patio central de un edificio público.
Entre las plazas reclusas se encuentran los ejemplos más hermosos y recordables de la historia de la centralidad urbana. Son reclusas las plazas de San Marcos en
Venecia, la de Siena, la Plaza Mayor de Madrid. la de Salamanca, la del Patio Central del Ayuntamiento de La Haya y otros ejemplos muy conocidos.
Tenemos reservas, en cambio, con la tipología de plaza cercada rodeada de rejas, a la que, se ingresa por puertas que se clausuran en determinados horarios, porque limita el uso y origina una sensación de ajenidad que no estimula la instalación de actividades colectivas.
Sin embargo estas plazas pueden representar un aporte diferente cuando se constituyen en lugares contenedores de arte, esculturas, fuentes, reliquias urbanas o una vegetación sofisticada, elementos que por su calidad y por el cuidado que requieren deben ser protegidos de robos, acciones vandálicas o del mero trato desaprensivo. Consideradas así, pueden constituirse en áreas muy edificadas del barrio y ser vividas por la población como un patrimonio colectivo.

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